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jueves, 25 de octubre de 2012

Alimentación de los cinco mil


Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14. 13-21;
Lc. 9. 10-17; Jn. 6. 1-14)

 Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. El les dijo: Vamos a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.  Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.  Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.  Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?  El les dijo: ¿Cuántos panes tiene? Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.  Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.


Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. Y comieron todos, y se saciaron. Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.  Y los que comieron eran cinco mil hombres.

Jesús calma la tempestad


Jesús calma la tempestad
(Mt. 8. 23-27; Lc. 8. 22-25)


Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.  Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?  Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

 

Jesús sana a un paralítico


Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9. 1-8;
Lc. 5. 17-26)

Entró Jesús otra vez en Cafarnaúm después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.


 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.  Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.   Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?  Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):   A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.

Jesús camina en el mar


Jesús  camina en el mar

(Mateo 14, 22-36)

En aquel tiempo, después de que se hubo saciado la muchedumbre, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar.

 

Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia  ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuento subieron a la barca, amainó el viento.

 
Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios. Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.


Jesús cura a un enfermo

Jesús cura a un enfermo

(Juan 5, 1-3. 5-16)

Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice:«¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo:

 
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?» Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.


Jesús cura a un ciego


Jesús cura a un ciego

(Juan 9: 1-12)

Cuando Jesús iba pasando por ahí, vio a uno que era ciego de nacimiento; y Sus discípulos Le preguntaron: -Rabí, ¿quién fue el que pecó para que naciera ciego, él mismo o sus padres? No es porque pecaran ni éste ni sus padres –les contestó Jesús- ; sino que sucedió para que hubiera en él una demostración de lo que Dios puede hacer. Tenemos que hacer las obras del Que Me envió mientras dure el día; se acerca la noche cuando nadie podrá hacer nada. Mientras esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo. Después de decir aquello, Jesús escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se la untó en los ojos al ciego al tiempo que le decía: -Vé a lavarte al estanque de Siloé. La palabra «Siloé» quiere decir «Enviado». El ciego fue, y se lavó, y volvió viendo. Los vecinos y todos los que le conocían de vista de antes y le reconocían como el mendigo ciego, decían: -¿Pero no es éste el que se sentaba a pedir limosna? – ¡Es el mismo! - decían unos. – ¡No puede ser el mismo, pero se le parece mucho! -decían otros. Y Él decía: – ¡Soy el mismo! -¿Cómo es que se te han abierto los ojos? – le dijeron. -Ese hombre que llaman Jesús hizo barro -dijo él- , me lo untó en los ojos y me dijo: «Vete a lavarte al estanque de Siloé.» Así es que fui, y me lavé y recibí la vista. -¿Dónde está ese Hombre Que dices? -le preguntaron. -No lo sé -contestó él.


 

Las bodas de Canná

Las bodas de Canná

 
Por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino ». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.