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viernes, 26 de octubre de 2012
jueves, 25 de octubre de 2012
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14. 13-21; Lc. 9. 10-17; Jn. 6. 1-14)
Entonces
los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y
lo que habían enseñado. El les dijo: Vamos a un lugar desierto, y descansad un
poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían
tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron;
y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se
juntaron a él. Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de
ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles
muchas cosas. Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a
él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y
aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de
comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios,
y les demos de comer? El les dijo:
¿Cuántos panes tiene? Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces. Y les mandó que hiciesen recostar a todos por
grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento,
y de cincuenta en cincuenta.
Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. Y comieron todos, y se saciaron. Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces. Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús calma la tempestad
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo:
Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en
la barca; y había también con él otras barcas.
Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la
barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre
un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que
perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece.
Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es
éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Jesús sana a un paralítico
Entró
Jesús otra vez en Cafarnaúm después de algunos días; y se oyó que estaba en
casa.
E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
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